miércoles, 18 de agosto de 2010

AMOR ETERNO, NUNCA MEJOR DICHO

Cuando pensamos en los cementerios, siempre se nos representan como espacios lúgubres y repletos de tristeza. A nadie se le ocurre pensar que incluso en ese espacio ocupado por el dolor de muchos, puedan darse muestras de afecto que rayan en lo sublime. Por eso quiero empezar con un poema escrito en piedra por María Ana de Lentini, que representa una de las demostraciones de amor más grandes que un servidor haya conocido.
Al exhalar un ¡Ay! Sobre tu losa,
Siente un pesar el alma dolorida.
Buscando por doquier la vista ansiosa,
Al que fuera el amparo de mi vida.
Mas sus puertas divinas te abrió el cielo
Dejándome en la tierra, sin consuelo.
Así, de esta forma tan desgarradora y sincera, rezan los versos escritos sobre la lápida de la tumba en que yacen los restos del coronel de caballería don Juan Manuel de la Rocha, fallecido el día 23 de marzo de 1860 y sepultado en el cementerio parroquial de San Juan Bautista.
Cuenta la tradición que la autora del poema era la amada y a su vez amante del militar y cuentan también…, pero qué más da lo que la gente cuente, cuando estamos hablando de amor.
Póngase usted en la España subdesarrollada y montuna del siglo XIX, pero no en Madrid, Barcelona o, si ajusto mucho, Las Palmas. Póngase usted en el Telde de mediados de esa época, con la mentalidad conservadora de las clases a las que presumiblemente pertenecían Doña María Ana y Don Manuel. El simple hecho de verlos por la calle paseando o compartiendo la misma casa, ya no digo si compartían cama, era motivo para chismes habladurías y condenas enérgicas con enjuiciamiento eclesiástico de por medio. Aunque, a juzgar por los hechos, parece que a la apasionada descendiente de sicilianos, la cosa se lo traía al pairo.
Culta debía de ser, a juzgar por sus capacidades literarias. Al menos así lo indican el empleo de la métrica y la rima. Además también debió ser persona determinada y con carácter, si analizamos su forma de proceder.
Seguro estoy de que en esa época, la historia de estos enamorados, saltó de lengua en lengua, hasta que el malintencionado músculo se cansó, pero, una vez muerto el caballero, el silencio hubiera ido borrando cada uno de los comentarios sueltos en los mentideros de la ciudad. Claro que eso, hubiera sido como borrar de un plumazo todos los buenos momentos vividos por la pareja, Sería como aparentar que no existieron los besos furtivos, las esperas impacientes, las urgencias de entrelazar los cuerpos tras el encuentro o el miedo a la llegada de la fatal noticia que acabara con ese mundo que se habían construido al margen de las normas sociales y morales al uso.
Tal vez por todo eso, ella decidió que no iba a callarse. Pregonaría a los cuatro vientos que Manuel, su Manolo, lo había sido todo para ella, pero no quería decírselo a los que ya lo sabían, habiéndola juzgado y condenado. Para esos hubiera bastado con poner una hojita con el verso sobre la lápida de su cómplice amoroso. Lo que en realidad quería era que, a través de los siglos, la persona que se acercara el cementerio de Telde y leyera los versos esculpidos en una excelente letra bastardilla, supiera que, quien allí yace es su amor eterno. Consciente o no, se expuso a que los siglos venideros fueran testigo de su amor inmortalizado en una humilde lápida de mármol.
Sirva este post, como homenaje a todas las María Ana de Lentini de este planeta, que con su actitud fueron rompiendo moldes en defensa de la igualdad de género.

LA RECETA.-
¡Que lo sepas pillín! Que te he pillado el truco. ¡Que se te vio el as de tollos en la manga! Si hombre, el otro día, cuando presumías “deconstruyendo” la tortilla española con aquella salsa de yemas de huevo. ¡A cuantos neófitos habrás engañado con tu juego de manos! Resulta que la original tortilla no era otra cosa que una Pakora camuflada. A lo mejor pensaste que como la India queda muy lejos, según se escupe a mano derecha, nadie se iba a dar cuenta del subterfugio, pero como te dije, se te vio el as de tollos.
Pakora: Fritura indú a base de vegetales rebosados con harina de legumbres: garbanzos, lentejas, judías, etc.
Como habrán podido adivinar, en esta ocasión he decidido acercarme, del modo menos irrespetuoso posible, a la cocina de la India y en particular a una variedad de fritura que recibe el citado nombre.
Hay distintas variantes de esta receta y yo he elegido esta, pero si quieres dedicarle un poco de tiempo al asunto, entra en un buscador, escribe el nombre y al ataque.
¡¡Coño!! Se me olvidó decirte que la harina de garbanzos se suele encontrar en las tiendas que venden comida indú, pero si tuvieras dificultades para encontrarla, vete a esa gran superficie que tiene como logotipo un triangulito azul con letras blancas y busca en la estantería de las harinas. Allí la encontrarás en bolsitas de medio kilo. Tambien la suelen vender algunas tiendas de productos ecológicos, pero te la cobran como si fuera polvo de oro.
Ingredientes: (para muchas personas)
½ Kg de papas
½ Kg de Cebollas
1 Pimiento verde
1 Pimiento rojo
1 Zanahoria
1 Berenjena
Harina de garbanzos (la necesaria)
1 Cucharadita de cominos molidos
1 Manojo de cilantro bien picadito
1 Cucharadita de pimentón (picante o dulce dependiendo del gusto)
1 Cucharadita de polvos Royal
2 Cucharadas de zumo de limón
Sal
Agua
Aceite para freír.
EL ASUNTO.-
Pica los vegetales y las papas en juliana, o sea en tiritas lo más finas posible. Este es el momento de echar todas las especias y la sal necesaria para que la cosa no quede sosilla (En cuanto al tipo de especias y la cantidad… La imaginación al poder). Remueve bien hasta que los vegetales se hayan impregnado de todos los sabores. Ahora ve añadiendo harina de garbanzos y agua hasta que todos los ingredientes se adhieran unos a otros sin dificultad. Las primeras veces, puede que no atines con el punto justo o si, pero en cualquier caso el resultado es bastante apetecible, además de sano y nutritivo.
Una vez ligados los ingredientes, pon una sartén a fuego medio con abundante aceite y ve echando puñaditos pequeños de la mezcla que freirás hasta que estén doraditos.
Para este duro verano, acompañados de un buen gazpacho o un ajoblanco, forman una propuesta gastronómica de lo más sugerente. Si te apetece acompáñalo con una cervecita bien fresca. Elige la salsa, el líquido a consumir y cuando pruebes me lo cuentas.

4 comentarios:

  1. Tienes razón. Los cementerios, son para la mayoria de la gente un recordatorio triste de familiares queridos.
    Pero nadie lo ve como un trozo de otra forma de
    "historia".
    Este es el caso de hoy.
    De pequeña ir a llevar flores, era para mí un
    sacrificio y la zona se prestaba a ello. Algo lugubre y abandonada. No así hoy dia con un entorno más agradable.
    Es por eso , que cuando voy a homenajear a los
    "mios", siempre me paso por la tumba a la que haces referencia y dejar una oración y una
    flor, como homenaje al AMOR, con mayúsculas.

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  2. Animado por Félix, hace años, quien me recitó los versos en su totalidad y me contó la historia, fuí al cementerio y, entrando a la izquierda, encontré esa magnífica ( y valiente) demostración de amor.
    Un abrazo, primo.
    Orlando

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  3. Los cementerios son unos buenos lugares para aprender a no cometer algunos errores...
    María Ana de Lentini tenía claro que la vida se vive sólo una vez.

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  4. Somo seres de Vida, por tanto es normal que el simple avistazo a estos lugares en donde más tarde más temprano acabamos (algunos)nos revuelva el alma y el estómago. En cuanto a las expresiones sublimes de Amor, no estoy para nada en contra de ellas. Quizás la Sra. Lentini quisiera dar un buen bofetón a cierta élite declarándo tan escandalosamente para su época semejantes sentimientos poéticos. Por lo menos ahora nos hace partícipes de su reflexión amorosa. La tortilla tiene pinta de estar buenísima... pero como en-todavía no me salen bien las croquetas, creo que intentar esta receta sería como tirarme sin para-pente desde el Rincón hasta Las Canteras. Buen finde a tod@s!

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