miércoles, 30 de diciembre de 2009

LO QUE NOS LLEGA DE ORIENTE

Dichosos aquellos años cuando lo único que nos llegaba de Oriente eran los dátiles pasados, el bálsamo del tigre y los Reyes Magos.
Las cosas eran más sencillas entonces. ¿Que te dolía la cabeza o te picaba una avispa? Echabas una capita de bálsamo del tigre sobre la zona afectada y a esperar el resultado.
Lo de los dátiles era algo más complicado. Todo dependía del poder adquisitivo  de cada familia. Los había que podían comprar la palmera y hasta el moro que los cosechaba, mientras que otros tocábamos a medio datil por mandíbula.
Lo único que no fallaba año tras año eran los Reyes Magos. Con puntualidad propia de un lord británico en su Roll, aquellos tres venerables ancianos, con sus corte de pajes y sus respectivos camello bactrianos, pasaban por cada casa, sin importar donde estuviera, durante la madrugada del día cinco de enero, y  dejaban a lado de cada zapato el consabido juguete. Nunca entendí el afán  de los citados monarcas o astrónomos, por incluir en los regalos la ropa interior o los calcetines y mucho menos como carajo se las arreglaban para saber las tallas de cada uno, aunque eso nunca fue tema de discusión debido al carácter mágico de los buenos señores.
La capacidad de los tres vejetes para localizarnos era admirable. Daba igual si a mi padre lo destinaban a Moya, a Tarifa o a La Aldea de San Nicolás. El amanecer del día seis de enero, con la peladilla en la boca y los ojos pegados, nos descubría rompiendo el papel de embalar, de colorines  los más pudientes, para ver si los carteros habían sido eficaces en su trabajo navideño.
Recuerdo un año especialmente complicado para ellos por lo difícil de la misión. Se trataba de llevar hasta la Aldea de San Nicolás un triciclo con cadena. La cosa pintaba fea porque, a la dificultad propia del traslado se le sumaba la espera en la puerta del Palacio de Los Juguetes hasta las doce de la noche del día cinco, momento en el que se remataban las existencias a precio de saldo.  Una vez hecha la compra, los reyes, debían cambiar los animales por una moto BSA, colocar la bicicleta en el transporte de turno y llegar hasta la casa antes de que amaneciera el día seis. Ese año mi rey, mi padre, con los brazos cruzados y una sonrisa de oreja a oreja, contemplaba la escena protagonizada por unos niños, nosotros, que no daban crédito a la increible capacidad de los Reyes Magos.
En los tiempos que corren, por desgracia, a los Magos de Oriente les ha salido una dura competencia. Por el Oeste se les ha colado un anciano regordete, invento de Coca Cola,  vestido de rojo, mientras que por el Este, de donde antes venían cosas dulces y agradables, ahora solo llegan el terror, la intransigencia y la muerte. Como en un macabro ballet, se entremezclan los pasos de judios que matan palestinos y cuyos capitales financian a compañías que extraen petróleo en el Golfo Pérsico, para que árabes aliados de Estados Unidos, financien a grupos terroristas que intentan desestabilizar el modo de vida occidental. Todo ello basándose en la más que dudosa excusa de ser enviados de Ala.
¿Que de Oriente vienen otras cosas? Por supuesto, también viene la amenaza inminente de la invasión económica china alentada y protegida por las economías occidentales, más interesadas en aumentar beneficios que en proteger el capital humano de nuestros trabajadores. Esa no mata. Quiero decir que esa no mata aquí, porque allí si que mata. Si no que se lo pregunten al cuerpo inerte de un ciudadano británico al que podríamos sumar los miles de disidentes desfenestrados por un régimen totalitario al que nadie está dispuesto a pararle los pies.
A pesar de todo, cada cinco de enero, los Magos siguen dejando sus regalos a lado de los zapatos relucientes.
Ellos, desde Persia, Arabia o Saba, llegan hasta nosotros sin importar los conflictos.
Como dice Mafalda, que bien les viene ser Magos para no tener que explicar como lo hacen.

LA RECETA
En esta ocasión, dada la procedencia de los Magos, creo que lo lógico es ofrecer una receta que, con ligeras variaciones, se consume en varios países del medio Oriente. Me refiero a las hojas de parra rellenas.
Las cantidades variaran en función de la cantidad de comensales y las ganas de cada uno. Las que aquí figuran, se supone que son para abrir boca y poco más.

Ingredientes:
Hojas de parra.
100gr. de arroz.
Una cebolla.
Una cucharada de piñones o manises.
Una cucharada de pasas.
un poquito de perejil.
Hierbahuerto.
Eneldo.
El zumo de medio limón.
Sal.
Media cucharadita de azúcar.
4 cucharadas de aceite de oliva.

Preparación
Pica fina la cebolla y rehógala en el aceite, después se añade el arroz y el resto de los ingredientes (menos el zumo de limón) y se rehoga durante tres o cuatro minutos. se apaga el fuego y se deja enfriar. mientras tanto se cogen las hojas de parra, se lavan y se les quitan los tallos. Se hacen paquetitos poniendo una cucharadita del arroz y enrollando la hoja de parra con la parte mate hacia adentro. Hay que dejarlos sueltos porque luego el arroz al cocer aumenta de tamaño. Se colocan los rollitos a capas en una cazuela poco honda y se les pone agua que las cubra un poco de aceite de oliva y el zumo de limón. se dejan cocer a fuego lento durante 45 minutos aproximadamente.

Las hojas de parra las podemos encontrar en tiendas que vendan productos de Oriente Medio ya hervidas  y conservadas en sal. Si las  frescas hay que hervirlas previamente en abundante agua con un poco de zumo de limón durante cinco minutos.