lunes, 18 de enero de 2010

¡POBRE HAITÍ, POBRE!

Hoy me apetece hablar de un país cuyo proceso de independencia es todo un ejemplo. Me refiero a un país donde se engendró y nació el germen que dio lugar a la abolición definitiva de la esclavitud.
Cuando en 1605 el gobernador español Antonio de Osorio ordena desalojar el Oeste de La Española, estaba lejos de suponer que Francia acabaría reclamando el territorio como suyo en 1697, poniendo como excusa el origen de los bucaneros que la ocupaban.
A partir de ese momento y hasta la actualidad, el proceso de formación del país ha estado plagado de grandes gestas nacionales y mayores retrocesos sociales. Se trata del país que fue capaz de derrotar a Franceses, Ingleses y Estadounidenses y al mismo tiempo tener la renta per cápita mas baja de toda América.
Parece como si el mal llamado mundo libre quisiera cobrarle a los haitianos el atrevimiento de haberse manumitido de forma autónoma y perdurable.
Ya en la primera mitad el siglo XIX, aprovechando la restauración monárquica que colocó en el trono a Carlos X, los antiguos colonos blancos de la isla, tomaron cumplida venganza por haber sido desalojados de sus propiedades. El citado rey  envió un emisario a la no reconocida república negra en 1825 con un mensaje claro y expeditivo:
Haití debía contraer la obligación de endeudarse por valor de 150 millones de francos-oro para que Francia pudiera "indemnizar" a los colonos que abandonaron la isla a causa de la independencia, pues en el caso contrario sería sometida a un estricto bloqueo naval seguido de la correspondiente invasión. ¿Hace falta decir que los haitianos capitularon? Por supuesto que entraron por el aro y  han seguido pasando por el aro económico de Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, desde su independencia hasta la actualidad.
Para que se hagan una idea de lo que supuso el chantaje económico de Francia, es como si de repente, a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, le apareciera una deuda de diecisiete mil millones de Euros.
Después de Francia vinieron los Estados Unidos, que entre 1915 y 1934, manejaron el país con mano de hierro. Por si fuera poco estuvieron administrando la aduana hasta 1945, tiempo durante el cual aplicaron un impuesto a la exportación de café que recaía sobre las demacradas espaldas de los campesinos.
Para acabar de rematarla, dejaron constituida una milicia fascista. bautizada como ejercito regular,  fue la encargada de sustentar dictaduras como la de François Duvalier que atemorizó a los haitianos durante catorce años, desviando mas del equivalente a setecientos millones de euros a cuentas secretas de Suiza y Mónaco. Cantidad que no ha sido devuelta a Haití, aumentando su  descapitalización.
Con estos mimbres que acabo de relatar a modo de resumen, se nos presenta ahora el figura de  Sarkozy pidiendo ayuda para reconstruir el país caribeño, cuya capital fue machacada por el terremoto del día 12 de enero. El muy cara dura, a sabiendas de que Francia y los Estados Unidos, además de unos cuantos gobiernos corruptos, son los responsables del descalabro económico de Haití, tiene la poca vergüenza de querer implicar a la comunidad internacional.
Que pongan sobre la mesa ambos países las cantidades injustamente expoliadas al pueblo haitiano y verán como hay dinero suficiente para fabricar una isla nueva, incluyendo a la República Dominicana. Y conste que no hablo de cantidades incalculables. Tanto la una como la otra son perfectamente calculables, pues tanto del impuesto reaccionario francés como de los beneficios aduaneros estadounidenses, existen documentos acreditativos. Entonces si podremos hablar de solidaridad.
Mientras tanto es mejor que Sarkozy deje de sacar pecho y empiece a arrimar el hombro.
Estoy seguro de que Haití va a recibir toda la ayuda posible para reconstruir lo devastado por el terremoto. Lo importante es nombrar un equipo de administradores lo suficientemente honestos para evitar que una buena parte de esa ayuda acabe de nuevo en las cuentas corrientes de políticos sin escrúpulos, abiertas en cualquiera de los paraísos fiscales cercanos.

LA RECETA.-
Pare esos días en los que  quieres quedar bien sin mucho esfuerzo y no te apetece salir del paso con la consabida tortilla de papas a las mil formas, los genios de la cocina han puesto en nuestro camino un plato al que los franceses llama Quiche y no es otra cosa que una tarta salada de lo que te apetezca en el momento.
Está el famoso Quiche Lorraine a base de champiñones y bacon, pero si eres capaz de echarle imaginación, seguro que sorprendes a mas de uno o de una, según sea el caso.
A un servidor le sale bastante apañado uno hecho a base de espinacas, langostinos y queso de Guía, pero si te apetece, tómalo a modo de referencia. Ya sabes que tratándose de cocina, la chimenea es el límite.

Los ingrediente, si quieres que el invento lo prueben 6 personas son:
4 Huevos
1/2 kg de espinacas
1/4 litro de nata espesa
300 grs de langostinos pelados y picados en cuatro.
Perejil.
Sal.
Aceite
1 Cebolla mediana
2 Dientes de ajo
1 Lámina de hojaldre
Pimienta negra molida

AL ATAQUE._
Coloca el hojaldre en una fuente de horno y dóralo a 170ºC durante 12 minutos. Mientras tanto, coloca en un sarten los ajos bien picados, la cebolla y las espinacas. Saltéalo todo hasta que esté bien seco. En el último momento, añade los langostinos para que se guisen por fuera. Bate los huevos, añádele la nata, un poco de sal, la pimienta negra y el perejil picado. Mezcla el salteado con los huevos previamente batidos con la nata y échalo en el molde. Cubre la mezcla con queso de Guía finamente rayado. Vuelve a meter el molde en el horno a 180"C  durante 25 minutos y espera mientras te tomas un baldito de cerveza.
A partir de este momento, todo dependerá de tu horno y de la habilidad que tengas con las bandejas